viernes, 30 de septiembre de 2011

El demonio y la señorita Prym.

Puede ser bueno un hombre sin miedo? Es el terror a las consecuencias el único acicate que nos mantiene equilibrados sobre la navaja? Si no estuviera la horca erigida en lo alto de cada pueblo, nos dedicaríamos a imponer nuestra poca santa voluntad?
Surcaría el aire flechas a diestra y siniestra si alguien no nos amenazara con privarnos de la vida, de la libertad?
Es el miedo al karma instantáneo lo único que no nos deja ejercer total impunidad?
La historia que cuenta Paulo Coelho en El demonio y la señorita Prym acerca de qué tan fácil se puede confundir bondad con cobradía me hace preguntarme si esta sociedad está amarrada mediante la manipulación tan solo porque no está listapra despegar hacia objetivos más altos, o, por el hecho de que al soltarla, sería imposible evitar su autodestrucción.
Por qué no se eligió este libro o "A orillas del río Piedra me senté y lloré" para su adaptación cinematográfica y si "Verónika decide morir"
Supongo que al director, también supuesto lector de Coelho, se le hizo más fácil de los temas de esta trilogía la muerte, antes que el de la dualidad del bien y el mal (es real la leyenda de Miguel Ángel para pintar La Última Cena?) o el amor.
Lo definitivo ante lo transitorio y cambiante.
No es difícil imaginar a Sarah Michelle Gellar también como la señorita Prym, me puedo imaginar (solo eso desgraciadamente) a un cura personificado por Heath Ledger manipulando a la concurrencia, hablándoles de una apuesta que Dios le aceptó al Diablo con Job como el peón al que le tocó sufrir las divinas potestades.
Puedo imaginarme a los falsos feligreses (la mayoría extras en este juego a lo Todos hemos pecado) imaginándose a Dios y al Diablo cruzando la apuesta en una carreta en una escena de una película de Terry Gilliam. Y puedo verlos actuar sin dudas. Escuchando justificaciones que de antemano saben fábulas. Fábulas que han sido alimentadas a través de los años por el miedo. Absurdad? Sí. Inverosímiles? Sí. Pero temibles.
Al final, el crimen será o no cometido por el miedo, no por autocontrol sino por miedo.
Cómo se puede creer en el libre albedrío si de un lado está la promesa máxima de consagración y por el otro el peor de los castigos imaginables?

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