Blue valentine

A la manera de 500 days of summer, viajando de el pasado al presente de una relación, de la miel a la hiel, de lo romántico a lo patético, de los sueños al lugar común, de la esperanza al hastío; Derek Cianfrance nos muestra la totalidad del amor, ese que incluye risas y canciones y viajes dándose el lote en el taxi pero también idas al motel donde nadie hace nada más que reprocharse y llorar por los buenos días que se fueron. Lo logra en gran medida gracias a las actuaciones de Ryan Gossling y Michelle Williams que llenan la pantalla y justo como en el amor nos hacen olvidar que hay alguien más alrededor, sólo ellos dos; ella niña, él trabajador de mudanzas, ella ama de casa, él trabajador de mudanzas; jóvenes con talentos y aspiraciones que se van perdiendo entre tantas casas que hay, entre tantas personas, entre tantas historias; Michelle Williams adorable o chocante, simple como la juventud o complicada como los traumas de la prematura madurez; asistimos al abrazo ilusionado del registro civil y al abrazo unidireccional de la despedida en una historia tan común que se hace inolvidable. El amor se consume en sí mismo; y bendito el tiempo que se nos brinda para llorarlo, para celebrarlo... tenemos en esta película una oda, un homenaje a la pareja moderna y quizás eterna, esa que comienza por atracción física, construye algo más elevado y de tanto usarlo lo agota, de tal intensidad lo borra de la faz de la tierra. Se nota el dolor en la intensidad de Williams, y es reconfortante ver llorar de esa manera a un hombre a través de los ojos de Gossling. Esos momentos que son como diamantes regalados por los Dioses se logran en la actuación de Michelle quizás por que ya sabe lo que es llorar un amor perdido, esta película nos debió de llegar mucho antes pero la muerte de la expareja de Michelle Williams: Heath Ledger atrasó el filme ya que no queríamos nadie a nadie más que a Michelle en ese papel.

El dolor, el amor; y el porque se supone que eso importa.

When the movie is over fade to black.